El sonido de una chicharra cantando invade el fondo de una tarde calurosa, húmeda de verano. Voy llegando y un mosquito se posa en mi brazo, y veo los árboles aparecerse, los del frente de la casa de mi abuela, siento una leve brisa que viene del rio que está apenas a unos pasos. Observo a los vecinos sentados en sus veredas tomando terere o algo bien fresco, riendo y charlando. Llego y me saco las ojotas, amo caminar descalza. Mi mamá y mi tía me dicen “córrete” para poder seguir tirando baldes de agua al piso caliente. Yo no lo hago. Me gusta sentir esa sensación de agua fresca en mis pies, el pasto y la tierra. Se respira lluvia en el aire, el calor es tan intenso que es claro que el cielo en unas horas se va a desarmar. Y a mí me me emociona la idea de poder sentir ese olor a tierra húmeda y que un viento fresco nos alivie despues del calor sofocante.
Esperaba todo el año para pasar las fiestas en casa de mis abuelas, en esa ciudad al norte de Argentina, con toda mi familia alrededor de una mesa larga con mucha comida gracias al cielo, con el pesebre que mi abuela hacía. Pero sobre todo en paz y con alegría, sin falsedad. Siempre sentí a mi familia muy auténtica y libre. Cada uno podía ser y decir lo que pensaba, no sentí nunca, al menos de mi parte, críticas, ni preguntas incómodas ni faltas de respeto o algo similar, todo lo contrario.

Hoy, estando tan lejos, en un país tan distinto, me cuesta encontrarle sentido a este momento, y aunque los amigos son la familia que uno elige, no puedo evitar sentir algo de nostalgia y tristeza por no poder abrazar a mi mamá y mi papá, a mi hermano, a mis primas que son mis mejores amigas desde la panza, a mis tíos y tías. Y principalmente a mis abuelas que ya pasaron la novena década.
Me siento agradecida por haber crecido en la familia que crecí. Ninguna familia es perfecta, pero sin duda elogiaría la mía en todas mis próximas vidas. Amo su inmensidad, su calidad y su unión, su humildad, generosidad y espritu de trabajo, entrega y dedidacion.
El sentido de la navidad para mí está en tomar consciencia de nuestro presente, de agradecer, y de valorar los momentos que la vida nos regala más allá del sabor amargo y el contraste de muchas situaciones incómodas que a todos nos toca transitar. Es un momento de renacimiento. Y no importa si crees en Jesús o no, si tenes un pesebre o no, si sos católico, si vas a misa o no, etc. Tampoco importan los regalos ni los árboles adornados con luces. Lo que importa es que Cristo vino al mundo con una misión como todos nosotros, vino a un cumplir sueños y a ser feliz.
Deseo lo mismo para vos, para mi, y para todos. Que cumplamos sueños, que creamos en nosotros mismos y que podamos vivir cada día con más amor, unión, respeto y conciencia hacia este planeta y cada ser que lo habita.
Feliz navidad!
Con amor
Andre